Guardabamos en el corazón un alma de otros y de nadie,
un alma que venìa de otros mundos...
un silencio lejano que acortaba distancias
como viejos amigos
como nuevos conocidos
y en los labios de nuestros nombres
en el principio de nuestras manos
en el rincón de la memoria
nos quedamos para entendernos
asì
tan sutilmente
que sólo el tiempo nos entendía
y mientras se nos escurría la vida entre
palabras de aliento
hubo un señor
pasajero que nos inclinaba la cabeza desde el cielo...
Hasta un reencuentro que llega
hasta una próxima venida
que nos hará de las vueltas del destino
un juego que nos divierta...